miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mi cielo, un mundo.





En la actualidad y en algún lugar de este nuestro universo…


Ojalá hubiese podido decirle a mi pequeña Samantha lo que la espera al otro lado y donde me encuentro ahora, pero deberá descubrirlo por sí misma cuando su momento llegue. Sé que solo en su transición podré encontrarme de nuevo ante ella y que ni tan siquiera en ese momento podré contarle cómo fue para mí.

Sé que cada persona tiene su cielo, por así llamarlo, y aunque sé que su deseo era igual al mío, con el tiempo estos pueden cambiar. Que cada experiencia vivida, con cada paso que damos, cada decisión tomada puede alterar nuestros sueños y anhelos.

Y aunque una parte de mí desee gritarle a ella y a todos mis seres queridos «¡estoy aquí, venid a mi lado!», sé que deben elegir su propio camino llegado el momento, al igual que hice yo.

Aquí, en mi cielo, solo tengo conciencia de la vida que viví en determinados momentos, como estoy haciendo ahora, y es en estos instantes donde tengo el control para llegar hasta los que dejé atrás, para velar por ellos y de alguna forma seguir siendo parte de sus vidas. Pero no siempre es así porque, como decía Freud, cuando el yo en mí toma el mando, mi espíritu, el que desde este lugar entre los mundo vela por los suyos, se une a él en un segundo plano en el que solo mis vivencias, las que mi cuerpo terrenal haya tenido hasta ese momento de mi vida, son las únicas de las que puedo ser consciente y, aunque sé que cada noche volveré a estar, si lo deseo, con mi Samantha, rezando con ella y dándole su beso de buenas noches, sé que siempre querré más y que cuando, como ahora, yo tome el mando, sé que la echaré de menos y que querré abrazarla y reconfortarla en sus momentos difíciles y hacer por ella todo lo que ya no puedo… Pero me conformo con verla, ver su vida y la de todos los que dejé allí cuando mi cuerpo terrenal fue sustituido como portador de mi alma para dejar a esta libre de tomar un camino distinto y decidir a dónde ir…

***



20 de Marzo de 1964 rodeada de amor…


Miro a mi Robert, aquí, en el silencio de nuestro dormitorio y aún desorientada por los sueños. Porque sigo viendo a esa mujer protegiendo a esa muchacha y no logro comprender ese sentimiento de cariño que ambas me inspiran… No sé quiénes son…

̶ ¿Qué haces despierta?

La somnolienta voz de Robert llega a mis oídos haciendo aletear mi corazón como solo él lo consigue desde el primer día en que lo vi.

̶ Me he desvelado.

Sonríe haciendo que mi atención se centre por completo en sus labios.

̶ ¿Mi pequeña ha despertado a mamá?  ̶ murmura en un arrullo acariciando mi vientre con tacto delicado y una mirada de adoración hacia él que me quita el aliento…

̶ Quizás sí.

Puede que haya sido ella o quizás ese sueño…

̶ Anna, deberías descansar. ¿Quieres que te prepare una infusión?

Qué dulce es siempre. Tan atento conmigo, pendiente de cualquier incomodidad… «¡Ah!» Hablando de incomodidades, mi pequeña está más que despierta…

̶ ¿Está muy revoltosa?

̶ Eso parece, pero vuelve a dormirte que yo solo necesito cambiar de postura y…

Ni siquiera me ha dejado terminar cuando ya lo tengo arrodillado a mi lado y tomando mis manos para que me apoye en él y pueda colocarme.

̶ Eres un sol.

̶ Soy lo que debo y ahora mismo mis dos mujeres deben estar cómodas para poder descansar.

Una vez encuentro la postura y me permito respirar vuelvo a sentir ese pinchazo y gracias a una patada de mi pequeña siento el vuelco en mi corazón al darme cuenta de lo que pasa y al mirar el rostro ceniciento de Robert veo la confirmación.

̶ Estás de parto.

̶ Sí.

Salta de la cama y sale corriendo a coger mi abrigo y la maleta que ya tenemos preparada y un segundo después se está enchufando los vaqueros encima del pantalón del pijama y sacándose a trompicones la camiseta para ponerse una camisa a la vez que busca las llaves del coche, que al parecer por sus maldiciones en voz baja se han vuelto a extraviar.

Minutos más tarde agradezco haberme puesto de parto en mitad de la noche porque gracias al cielo las carreteras están libres para que mi loco marido circule a velocidades exageradas pensando que no llegaremos a tiempo y que tendremos a nuestra hija en el coche.

Llegamos sin problemas al hospital y las enfermeras dan el aviso rápidamente a mi matrona y me llevan a la sala de partos dejando a mi Robert con gesto descompuesto deambulando por los pasillos, cigarrillo en mano y metiendo y sacando la otra del bolsillo para mesarse el pelo de manera exagerada.

Tras una exploración algo incómoda por parte de la matrona y unos cuchicheos poco disimulados con sus enfermeras, esta se me acerca.

̶ Señora Carson, la niña viene en muy mala postura, habrá que operar. Ya están avisando al cirujano…

Desde la palabra "señora" un escalofrío me ha recorrido el cuerpo entero… Cirugía… Mi bebé…

Siento por mi rostro las primeras lágrimas y no puedo evitar llevar las manos a mi vientre con gesto protector al sentir sus pataditas de protesta ante las palabras de la matrona y mi reacción a ellas.

̶ ¿No puede hacer nada…?  ̶ digo entrecortadamente, rogando.

̶ Es la opción más segura. Todo irá bien y yo estaré con usted.

Asiento y parece que ese gesto basta para que todo se ponga en marcha. Veo gente entrar y salir y todos hablan pero ninguno conmigo y mi aprensión crece sin que sea capaz de controlarla.

Al poco ya vuelvo a recorrer los pasillos destino quirófano con el corazón en un puño e intentando mantener la respiración bajo control para no alterar más a mi hijita…

***


Recuerdo esto como si fuera ayer… Lo mejor es que ahora tengo la oportunidad de volver a vivirlo. Desde donde me encuentro, aquí en este plano de mi subconsciente, tengo el privilegio de observar como una película todo lo que me perdí aquel día crucial en mi vida. El instante en que perdí el conocimiento y que al recuperarlo tan desorientada que ni hubiese recordado que me había puesto de parto de no ser por el dolor que me atravesó todo el cuerpo como una descarga con su foco en mi abdomen. Una que…

***


̶ ¡¿Mi niña?!  ̶ las palabras salen de mis labios con un sonido extraño y distorsionado, pero ni el dolor ni la pesadez de mis párpados me impedirán levantarme de este cama y buscar…

̶ Anna...  ̶ la voz de Robert llega a mí desde algún punto de la habitación que no consigo ubicar y no porque no haya mirado en todas direcciones sino por el hecho de que mi cuerpo se ha negado a moverse.

Varios sonidos me llegan abrumándome al sentirme tan indefensa, pero en seguida el rostro de Robert aparece ante mis ojos.

̶ Anna, estás bien. No te muevas. Espera que iré a buscar un médico…

Su voz me suena débil y distante a pesar de tenerle ante mis ojos. No comprendo…

***


… Sí, también recuerdo ese instante y lo que viene después. Ese momento por el que elegí recomenzar mi vida a partir de este día de la misma…

***


Abro los ojos, esta vez con la cabeza más centrada y sabiendo que mi niña ya no está conmigo.

Al recorrer la habitación con la mirada, todo tan blanco y austero, pero con cortinas y ventanas en lugar de plásticos y mesas de metal con utensilios que preferiría no recordar, me doy cuenta de que estoy en una habitación del hospital. Si estoy aquí significa que ya no corro peligro, pero ¿y mi hija?, ¿corre ella algún…?

̶ Mira, mi pequeña, mamá ya está despierta  ̶ la voz hecha susurro de mi Robert llega a mí con todo lo que sus palabras llevan implícito.

Al girar el rostro para ir a su encuentro le veo sonriendo. Su dulce mirada de ojos verdes me reconforta, pero no tanto como esa bebita que está entre sus brazos…

̶ Está dormida  ̶ dice ̶  pero lleva esperándote mucho rato.

Siento una lágrima resbalar por la mejilla y me incorporo, a pesar de las protestas de mi cuerpo, para poder tomar a mi Maguie, mi niña, por vez primera.

Él me sonríe en cuanto estiro los brazos anhelando ese contacto y no me hace esperar. Ese pequeño cuerpecito se desliza junto a mi cuerpo hasta casar perfectamente con él. En cuanto mis ojos se posan en su rostro y la veo, me digo a mí misma: «esta es mi hija…».

***


Sí, definitivamente este fue el día más importante de mi vida. Al fin eres madre. Mi pequeña Maguie, aunque ya no es tan pequeña.

Mi familia ha crecido y quizás dentro de unos años mi niña Samantha, también tenga el honor de sostener a su bebé como yo hice con su madre. Puede que solo haya podido tenerlas a ellas en mis brazos, a mi Maguie y a su hija, la dulce y maravillosa Samantha, pero mi espíritu, yo, desde este mundo en el que ahora me hallo cuidaré y velaré por ellas y por toda mi familia. Disfrutaré de lo que tuve gracias a estar aquí y poder revivir mi vida y seguiré y guiaré los pasos de los que dejé atrás. Mi familia… Yo seré su ángel de la guarda… pero también seré yo.

lunes, 13 de mayo de 2013

La inspiración...

Os he contado que esta historia llego a mi el verano pasado, pero no os he dicho cómo o por qué. Veréis, normalmente "veraneo" por esa zona. Suelo ir a la casa de los abuelos de mi novio, una casa en la que se siente y respira todo lo que he intentado transmitiros, fue construida por el bisabuelo de mi chico, todo allí lleva su marca y es verdaderamente hermoso, para mí lo es porque respeto las tradiciones y amo el heredar de padres a hijos objetos que para los nuestros han significado algo... Pero, cuando al estar allí, vi por la ventana el humo salir tras el monte... Estaba tan cerca... Enseguida empezamos a buscar en las noticias y a intentar averiguar donde estaba el origen y si había afectado a algún pueblo. La zona es tal y como os la describo y las llamas... Como se suele decir una imagen vale más que mil palabras...


Nosotros veíamos el monte Así desde la casa durante el día, pero por la noche... la luz era impresionante y aterradora y nos dolía solo de pensar lo que estarían viviendo en Tabuyo del Monte y en Castrocontrigo... En Tabuyo quedó a las puertas del mismo pueblo, lo vimos. Quisimos comprobar cómo habían sido los daños y estamos muy cerca, así que nos acercamos y... fue horrible. Todo estaba carbonizado a ambos lados de la carretera y aún había pequeños focos, rescoldos sin apagar...





Al final las llamas se extinguieron pero lo que se ha perdido tardará en recuperarse y, aún así, siempre hay cosas que no se pueden recuperar...